¿Quién se iba a imaginar
que el mismo Dios al regresar
iba a encontrarlo todo
en un desorden infernal?
y que se iba a convertir
en un desempleado más
de la tasa que actualmente
está creciendo sin parar.
Si a falta de ocupación
o de excesiva soledad
Dios no resistiera más
y se marchara a otro lugar,
sería nuestra perdición,
no habría otro remedio más
que adorar a Michael Jackson,
a Bill Clinton o a Tarzán.
jueves, 6 de mayo de 2010
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